Primer Viaje en Solitario

Un día en el que no conseguí compañero de ruta, y me largué igual. Solo, pero tranquilo. Viaje corto pero muy disfrutable; música, bicicleta -fiel compañera- y ganas de avanzar, metro a metro… pero sin la cobertura de Radio Oriental.

@aromerocastro

Un viernes de enero en Uruguay, con ganas de viajar en bicicleta pero con poco tiempo. Y pocos interesados en acompañarme en esta locura de viajar en bicicleta.

Por esa razón, me desperté el sábado temprano, desayuné, preparé las alforjas, y salí despacio por la rambla montevideana.

La ruta fue lo más panorámica posible. Siempre por la costa, excepto por aquellos sitios en los que no se podía.

El tráfico estaba un poco pesado. Normal para la época. En Uruguay todos viajan al este por las vacaciones. Así que fui tranquilo, disfrutando mucho del paisaje. Oxigenando el cuerpo y descansando, a pesar de lo sacrificado que algunos pueden ver a esta actividad.

Pasé por Piriápolis, saludé a un amigo en su casa, y seguí todo por la costa. Así, salí a la IB casi a la altura del aeropuerto de Punta del Este.

En total fueron 160 km que se disfrutaron enormemente y que me hacen buscar con ansias un nuevo viaje para hacer y contarles.

Famoso por un segundo

Me sentí famoso por un segundo cuando en la estación de servicio de La Floresta paré a comprar agua fría. Adentro de la cafetería allí ubicada, estaba Jaime Ross. Él es un cantante famoso y reconocido en estas tierras. Como era de esperarse, no pasó desapercibido y la gente lo saludaba y se tomaba fotos con él.

Sin embargo, cuando estoy allí, acomodando la bicicleta para continuar el viaje, un hombre en moto se acercó a saludar y preguntarme desde dónde venía. Lo mismo, un par de chicos que, con cara de asombro, no podían entender que estuviera viajando en bicicleta tan lejos. ¡No les puedo describir sus caras cuando les mencioné el cruce a la cordillera!

Así fue que, al menos por un instante, sentí que se cicloturista me llevó a la fama, así como la música lo llevó a Jaime Ross.

Consejos para quien viaje solo

El peor enemigo será la cabeza. Por eso, lo ideal es no pensar en el destino, en cuánto falta. Hay que disfrutar el paisaje y, en la medida que sea razonable por el tráfico y la ruta, llevar música.

Parar cuando hay ganas de parar. Y tener en cuenta que no tenemos a nadie con quien medir si vamos a una velocidad adecuada o no. En este punto, lo que debemos hacer es conocernos y saber qué tan bien, qué tan cómodos nos sentimos.

Y disfrutar…

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